Aquel tipo de enfrente se está quedando sin verbos como yo. Le veo balbucearle a un teléfono negro con teclas de luz verde y no encontrar ni una miserable palabra con sentido para expresarse. Si cada linea de expresión es un batalla perdida, si cada marca es una herida, este hombre nunca ganó nada. Así que me toco la frente por instinto como si fuera a sentir miles de surcos en ella, pero las únicas trincheras que encuentro están mas allá de mi piel.

Mientras al sol le ha dado por despertarse al otro lado del puente, y los trenes que llegan llenos de rutina aminoran su marcha. Me reconozco con cierto pesar que el sol ya no me importa demasiado y los trenes que llegan mucho menos. Realmente odio esta rutina y como hace que el tiempo viaje a toda prisa. Pero se me hace tan difícil con los años percibir algo como distinto o especial. Se me hace tan difícil encontrar la sorpresa.

Luego mas tarde pensaré en que a estas alturas si algo me puede importar es la luna y los trenes que se marchan. Al menos aun sigue importándome algo, aunque solo sea la mitad del cuento.